7.30.2007

Capitulo Cuatro

Sección II

Recluta


Capitulo Cuatro


0530 Horas, Septiembre 24, 2517 (Calendario Militar)/

Sistema Epilson Eridani, Complejo Militar Reach

Planeta Reach

“¡Levántese, recluta!”

John rodó sobre su catre y regreso a dormir. Apenas estaba conciente de que no estaba en su habitación y que había otras personas ahí.

Una descarga eléctrica lo sacudió –desde sus pies descalzos hasta la base de su columna. Grito de sorpresa y cayo de su catre. Se sacudió la desorientación de estar casi dormido y se levanto.

“¡Dije arriba, recluta!, ¿Sabes hacia donde es arriba?”

Un hombre en uniforme de camuflaje estaba parado sobre John. Su cabello estaba muy corto y tenia gris en sus sienes. Sus ojos oscuros no parecían humanos –demasiado grandes y negros y no parpadeaban. Sostenía un bastón plateado en una mano; la apunto hacia John y saco chispas.

John se hizo hacia atrás. No le tenía miedo a nada. Solo los niños pequeños tenían miedo… pero instintivamente su cuerpo se movío lo mas lejos que podía del instrumento.

Docenas de otros hombres levantaron al resto de los niños. Setenta y cuatro niños y niñas gritaron y saltaron de sus catres.

“Soy el Primer Maestre Méndez,” Grito el hombre uniformado junto a John. “El resto de estos hombres son sus instructores. Harán exactamente lo que les digamos a toda hora.”

Méndez apunto hasta el lado alejado de las barracas. “Las regaderas están en popa. Se lavaran y regresaran aquí a vestirse.” Abrió un baúl al pie del catre de John y saco un juego de sudaderas grises idénticas.

John se inclino y vio su nombre grabado en el frente: John 117.

“¡Sin aflojar el paso, a doble marcha!” Méndez dio un golpecito entre los hombros de John con el bastón.

Una sobrecarga atravesó el pecho de John. Se dejo caer en el catre y lucho por respirar.

“¡Lo digo en serio! ¡Vamos! ¡VAMOS!”

John se movió. No podía inhalar –pero corrió de todas formas, tomándose del pecho. Logro respirar con dificultad para cuando llego a las regaderas. Los otros niños parecían espantados y desorientados. Todos se despojaron de su camisa de dormir y dieron un paso hacia la cinta transportadora, se lavaron con agua tibia y jabonosa, y se enjuagaron con un roció de agua fría.

Corrió de regreso a su litera, se puso su ropa interior, calcetas gruesas, y saco la sudadera y un par de botas de combate que se ajustaron a sus pies perfectamente.

“Afuera, reclutas,” Anuncio Méndez. “A triple velocidad… ¡Marchen!”

John y los otros salieron de las barracas hacia una franja de hierba.

El sol no había salido todavía, y el borde del cielo era color índigo. La hierba estaba húmeda con roció. Había docenas de barracas, pero no había nadie mas afuera. Un par de jets hicieron un estruendo sobre sus cabezas y giraron hacia el cielo. A lo lejos John escucho una crepitación metálica.

El Primer Maestre Méndez grito, “Harán cinco filas del mismo tamaño. Quince reclutas en cada una.” Espero unos segundos mientras se hacia un bullicio. “Enderecen esas hileras. ¿Sabes como contar hasta quince, recluta? Regresa tres pasos.”

John avanzo a la segunda fila.

Mientras respiraba el aire frió, empezó a despertarse. Inicio a recordar. Lo habían tomado en la mitad de la noche. Lo inyectaron con algo y durmió un largo tiempo. Luego la mujer que le había dado la moneda le dijo que no podía regresar. Que no podría ver a su madre ni a su padre-

“¡A saltar!”1 Grito Méndez. “Contando hasta cien. Listos, ahora.” El oficial inicio el ejercicio y John lo imito.

Un niño se rehusó –por una fracción de segundo. Un instructor llego a el instantáneamente. El bastón golpeo en el estomago del chico. El se doblo de dolor. “Sigue con el programa, recluta,” gruño el entrenador. El chico se enderezo y empezó a saltar.

John nunca había hecho tantos saltos en su vida. Sus brazos, estomago y piernas le ardían. El sudor le escurría por la espalda.

“Noventa y ocho - 99 - 100.” Méndez hizo una pausa. Hizo un respiro profundo. “¡Sentadillas!”, se dejo caer a la hierba. “Contando hasta cien. Sin aflojar.”

“El primero del grupo en detenerse,” Dijo Méndez, “tiene que correr dos vueltas alrededor del complejo –y luego vendrá aquí y hará doscientas sentadillas. Listos… ¡Cuenten! Uno… dos… tres…”

Siguieron ejercicios en cuclillas. Luego flexiones de rodillas.

John volvió el estomago, pero eso no le consiguió ningún respiro. Un entrenador llego a él pocos segundos después. volvio a su lugar y continúo.

“Levantamientos de pierna.” Continuo Méndez como si fuera una maquina. Como si todos ellos fueran maquinas.

John no podía seguir –pero sabía que vendría el bastón nuevamente si se detenía. Siguió intentándolo; tenía que moverse. Sus piernas temblaban y solo respondían lentamente.

“Descansen,” Finalmente dijo Méndez. “Entrenadores: vayan por el agua.”

Los entrenadores sacaron carritos cargados de botellas de agua. John tomo una y trago el líquido. Estaba un poco caliente y ligeramente salada. No le importo. Era la mejor agua que jamás había probado.

Se dejo caer en la hierba, jadeante.

El sol habia salido. Era calido. Se sentó sobre sus rodillas y dejo que el sudor le escurriera como si fuera una fuerte lluvia.

Se levanto lentamente y miro a los otros niños. Estaban agachados en el piso, tomándose de los costados y ninguno hablaba. Sus ropas estaban empapadas con la transpiración. John no reconoció a nadie de su escuela.

Así que estaba solo con extraños. Se pregunto donde estaría su mama y que-

“Un buen inicio, reclutas,” les dijo Méndez. “Ahora correremos. ¡Pónganse de pie!”

Los entrenadores blandieron sus bastones y arrearon a los reclutas por el camino. Trotaron por un camino de grava a través del complejo, pasando más barracas. La carrera parecía seguir para siempre –corrieron a lo largo del río, sobre un puente, después al final de una pista donde los jets se elevaban directo hacia el aire. Una vez que pasaron la pista, Méndez los llevo por un camino zigzagueante de piedras.

John quería pensar en lo que había pasado, como había llegado aquí, y que era lo que le pasaría después… pero no podía pensar bien. Todo lo que podía sentir era la sangre palpitando a través de él, el dolor de sus músculos y el hambre.

Corrieron hasta un patio lleno de baldosas lisas, un poste en el centro hacia volar los colores de la UNSC, un fondo azul con estrellas y la tierra en una esquina. En el lado lejano del patio estaba un edifico con un domo decorado, columnas blancas y una docena de amplios escalones que llevaban a la entrada. Las palabras ACADEMIA DE OFICIALES DE LA MARINA estaban grabadas en el arco sobre la entrada.

Una mujer estaba parada en el escalón más alto y les hizo señas. Usaba una sabana blanca envolviéndola alrededor de su cuerpo. Parecía vieja para John, pero al mismo tiempo joven. Entonces vio los puntos de luz que orbitaban su cabeza y supo que era una IA. Las había visto en videos. No era sólida, pero aun así, era real.

“Excelente trabajo, Primer Maestre Méndez,” dijo en una voz resonante y suave como la seda. Luego volteo hacia los niños. “Bienvenidos. Mi nombre es Déjà y seré su maestra. Pasen. La clase esta a punto de iniciar.”

John gruño sonoramente. Varios de los demás también lo hicieron.

Ella volteo y empezó a caminar hacia adentro. “Claro,” dijo ella, “si prefieren saltar su lección, pueden continuar con la calistenia matutina.”

John subió los escalones mas rapidamente.

Estaba fresco adentro. Una bandeja con galletas y un cartón de leche había sido colocado para cada uno de ellos. John mordisqueo la comida rancia y seca, y luego se trago toda la leche.

John estaba tan cansado que quería apoyar su cabeza en el escritorio y tomar una siesta –hasta que deja empezó a contarles sobre una batalla en la que trescientos soldados se enfrentaron contra miles de la infantería Persa.

Un paisaje holográfico apareció en el aula. Los niños caminaron alrededor de las montañas y colinas en miniatura y dejaron que la ilusión de la orilla del mar tocara sus botas. Soldados del tamaño de juguetes marcharon hacia lo que Déjà les explicaba era Termópilas, una franja de tierra entre las montañas y el mar. Miles de soldados marcharon hacia los trescientos que vigilaban el paso. Los soldados pelearon: lanzas y escudos se astillaban, espadas destellaban y salpicaban sangre.

John no podía quitar los ojos del espectáculo.

Déjà les explico que los trescientos eran Espartanos y que ellos eran los mejores soldados que alguna vez habían vivido. Los habían entrenado para pelear desde que eran niños. Nadie podía vencerlos.

John miro, fascinado, mientras los Espartanos holográficos masacraban a los lanceros Persas.

Se había comido sus galletas pero todavía tenia hambre, así que tomo las de la chica de al lado mientras ella no veía y se las comió mientras la batalla continuaba ferozmente. Su estomago todavía rugia y se quejaba.

¿Cuando era el almuerzo? ¿O ya era hora de cenar?

Los persas se dispersaron y los Espartanos se pararon victoriosos en el campo.

Los niños vitorearon. Querían verlo nuevamente.

“Eso es todo por hoy,” les dijo Déjà. “Continuaremos mañana y les mostrare algunos lobos. Ahora es tiempo para que vayan al campo de juegos.”

“¿De juegos?” dijo John. Era perfecto. Finalmente podría sentarse en un columpio, relajarse y pensar por un momento.

Salio corriendo del aula, al igual que sus compañeros.

“Hora de los juegos,” Dijo Méndez e hizo señas a los niños para que se acercaran. “Es una carrera corta. Fórmense.”

La “Carrera corta” se convirtió en dos millas. Y el campo de juegos no era nada como lo que John había visto nunca. Era un bosque de postes de madera de veinte metros de alto. Redes de sogas y puentes se extendían entre los postes; se tambaleaban, cruzaban y enredaban entre ellas, como un laberinto en el aire. Había postes para deslizarse, y sogas con nudos para escalar. Había columpios, y plataformas colgantes. Había sogas que pasaban por una polea y estaban amarradas en canastas que parecían lo suficientemente resistentes para levantar a una persona.

“Reclutas,” dijo Méndez, “formen tres líneas.”

Los instructores se acercaron para ordenarlos, pero John y los otros formaron las tres líneas sin barullo ni comentarios.

“La primer persona de cada fila será el equipo numero uno,” dijo Méndez. “La segunda persona de cada fila será el equipo numero dos… y así consecutivamente. Si no lo entienden, hablen ahora.”

Nadie dijo nada.

John miro a su derecha. Un niño con cabello rubio oscuro, ojos verdes y piel morena obscura le hizo una sonrisa cansada. Grabado en su sudadera se leía SAMUEL-034. Y en la siguiente fila a la de Samuel estaba una niña. Era más alta que John, flaquita con una cola de cabello largo teñido de azul. Kelly-087. No parecía feliz de verlo.

“El juego de hoy,” explico Méndez, “se llama ‘Toca la Campana.’” Señalo al poste mas alto en el campo, se elevaba unos diez metros adicionales a los demás y tenia un poste de acero para deslizarse justo al lado. Colgado de la cima estaba una campana de metal.

“Hay muchas maneras de llegar a la campana,” les dijo. “Dejare que cada equipo encuentre su camino. Cuando todos los miembros de su equipo hayan tocado la campana, deben llegar al suelo rápidamente y correr hasta esta línea de meta.”

Méndez tomo su bastón y dibujo una línea recta en la arena.

John levanto la mano.

Méndez lo miro por un momento con esos ojos negros sin parpadear, “¿Alguna pregunta, Recluta?”

“¿Que es lo que ganamos?”

Méndez levanto una ceja y examino a John. “Se ganan la cena, Numero 117. La cena de hoy es pavo rostizado, salsa y puré de papas, maíz en la mazorca, biscochos y helado.”

Un murmullo de aprobación se oyó de los niños.

“Pero,” añadió Méndez, “para que haya ganadores debe haber un perdedor. El ultimo equipo en llegar se va sin comida.”

“Los niños hicieron silencio –y entonces se miraron cautelosamente entre ellos.

“Alístense,” dijo Méndez.

“Soy Sam,” el chico de al lado le susurro a John y a la chica en su equipo.

Ella dijo, “Yo soy Kelly.”

John solo los miro y no dijo nada. La niña podría retrasarlo. Muy mal. El estaba hambriento y no iba a dejar que lo hicieran perder.

“¡Vamos!” Grito Méndez.

John corrió entre el grupo de niños y trepo por una red hasta una plataforma. Corrió a través de un puente –salto a la siguiente plataforma, justo a tiempo, el puente giro y tiro a cinco otros chicos al agua que estaba abajo.

Hizo una pausa en la soga atada a la canasta. La soga subía hasta la polea y regresaba al suelo. No creía que fuera lo suficientemente fuerte para impulsarse el mismo. En lugar de eso, tomo una soga con nudos y flexiono su cuerpo para subir.

La soga se columpiaba salvajemente cerca del centro del poste. Miro hacia abajo y casi se suelta. Parecía el doble de alto viendo desde arriba a como se veía desde el suelo. Vio a los demás, Algunos escalando, otros andando con dificultad en el agua, subiendo y empezando nuevamente. Nadie estaba tan cerca de la campana como el lo estaba.

“Se trago su miedo y siguió ascendiendo. Pensó en el helado y los biscochos de chocolate y en como iba a ganar.

John llego a la cima, agarro la campana y la hizo sonar tres veces. Entonces se agarro firmemente del poste acero y se deslizo todo el camino hasta el suelo, cayendo en una pila de cojines.

Se levanto y corrió sonriendo todo el camino hacia el Primer Maestre. John cruzo la línea de meta y dio un grito de victoria. “Soy el primero,”dijo, jadeante.

Méndez asintió e hizo una marca en su portapapeles.

John observo mientras los otros lo hacían, tocaban la campana y luego corrían a la línea de llegada. Kelly y Sam tenían problemas. Se quedaron atorados en una fila para llegar a la campana, por que todos se amontonaron al final.

Finalmente tocaron la campana, bajaron juntos… pero cruzaron la meta últimos. Miraron a John.

El encogió los hombros.

“Buen trabajo, Reclutas,” dijo Méndez y sonrió ampliamente a todos. “Vamos de regreso a las barracas y comamos.”

Los niños cubiertos en lodo e inclinándose entre ellos festejaron.

“-todos excepto el equipo tres,”dijo Méndez y miro a Sam, Kelly y luego a John.

“Pero, yo gane,” protesto John. “Llegue primero.”

“Si, llegaste primero,” explico Méndez, “Pero tu equipo llego al ultimo.” Y se dirigió a todos los niños. “Recuerden esto: Ustedes no ganan al menos que su equipo gane. Una persona que gana a costa del grupo significa que ustedes pierden.”

John corrió aturdido todo el camino de regreso a las barracas. No era justo. El había ganado. ¿Cómo era posible ganar y aun así perder?

Observo mientras los demás se llenaban con pavo, carne blanca mojada con salsa. Se acabaron montañas de helado de vainilla y dejaron el comedor con chocolate incrustado en las esquinas de sus bocas.

John tomo un litro de agua. Lo bebió pero no tenía ningún sabor. No hizo nada para calmar su hambre.

Quería llorar, pero estaba muy cansado. Se desplomo en su litera, pensando en la maneras igualar las cosas con Sam y Kelly por arruinar su victoria –pero no podía pensar. Cada músculo y hueso le dolía.

John cayo dormido tan pronto como su cabeza toco la almohada.

El siguiente día fue lo mismo –Calistenia y correr toda la mañana, luego la clase hasta la tarde.

Hoy Déjà le enseño sobre los lobos. El aula se volvió una pradera holográfica y los niños vieron siete lobos casar un alce. El grupo trabajaba unido, golpeando en cualquier lugar en que la bestia jugante no los encaraba. Era fascinante y horroroso mirar a los lobos rastrear, y luego devorar un animal de muchas mas veces su tamaño.

John evito a Sam y a Kelly en el aula. Se robo unas galletas extra cuando nadie lo veía, peor no aplacaron su hambre.

Después de la clase, corrieron de vuelta al campo de juegos. Hoy era diferente. Había menos puentes y un sistema más complicado de sogas y poleas. El poste con la campana ahora era veinte metros más alto que cualquiera de los demás.

“Los mismos equipos de ayer,” anuncio Méndez.

Sam y Kelly caminaron hacia John. Sam lo empujo.

El carácter de John se calentó –quería golpear a Sam en la cara, pero estaba muy cansado. Necesitaría toda su fuerza para llegar a la campana.

“será mejor que nos ayudes,” silbo Sam, “o te empujare de una de esas plataformas.”

“Y yo saltare encima de ti,” añadió Kelly”

“Esta bien,” susurro John, Solo traten de no atrasarme.”

John examino el recorrido. Era como resolver un laberinto en papel, solo que este se retorcía y giraba dentro y fuera de la pagina, muchos puentes y sogas no llegaban a ningún lado. Hecho un vistazo y encontró un camino posible.

Toco con el codo a Sam y a Kelly y luego señalo “Miren,” dijo, “la canasta y la soga a lo lejos. Llega directo a la cima. Pero hay que jalar mucho.” Flexiono sus bíceps, sin la seguridad de que pudiera lograrlo con lo debilitado que estaba.

“Podemos hacerlo,” dijo Sam.

John miro a los otros equipos, también estaban buscando un camino. “Tenemos que hacer una rápida carrera alcanzarla,” dijo “para asegurarnos de ser los primeros en llegar.”

“Yo soy rápida,” dijo Kelly. “rápida en serio.”

“Reclutas, alístense,” Grito Méndez.

“Esta bien,” dijo John. “Adelántate y la apartas para nosotros.”

“¡Vamos!”

Kelly salio disparada hacia delante. John nunca había visto a nadie moverse como ella. Corría como los lobos que había visto hoy; sus pies apenas parecían tocar el suelo.

Llego a la canasta. John y Sam apenas estaban a medio camino.

Un niño llego antes que ellos. “Quítate,” le ordeno a Kelly. “Voy a subir.”

Sam y John corrieron y lo empujaron. “Espera tu turno,” dijo Sam.

John y Sam se unieron a Kelly en la canasta. Juntos jalaron la cuerda y se elevaron. Era una larga cuerda –por cada tres metros que jalaban, solo se elevaban un metro. Una brisa hizo que la canasta se columpiara y golpeara el poste.

“Mas rápido,” apresuro John.

Jalaron como una sola persona, seis manos trabajando al unísono, y se aceleraron al cielo.

No llegaron primero. Fueron terceros. Pero cada uno de ellos toco la campana, Kelly Sam y John.

Se deslizaron por el poste. Kelly y Sam esperaron a que John cayera, y corrieron juntos hacia la línea de meta.

El Primer Maestre Méndez los Observo. No dijo nada, pero John pensó haber visto una sonrisa cruzar por su cara.

Sam dio unas palmadas en la espalda a John y Kelly. “Eso fue un buen trabajo,” dijo Sam. Pareció pensativo un momento y luego dijo, “Podemos ser amigos… Digo, si tú quieres. No seria gran cosa.”

Kelly se encogió de hombros y contesto, “Seguro.”

“Esta bien,” dijo John. “Amigos.”

1.- Jumping jacks: Ejercicio aeróbico en el que se salta cayendo alternadamente con los pies y las manos pegadas al cuerpo y con las manos y los pies extendidos.

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